lunes, 27 de enero de 2014

Damien Rice

Damien Rice
Le debo a la conjunción de un articulo de El Pais y a las recomendaciones de Youtube (un día hablaré del temible Big Data) el descubrimiento de este autor ─como Borges con Uqbar─: Damien Rice. 
Esta es la pinta que tiene últimamente. No se sabe mucho acerca de sus últimas actividades: tan solo que se dedica a la defensa de los derechos humanos y otras causas benéficas, de vez en cuando un concierto en un lugar exótico.

Rice es un canta-autor folk irlandés , llorón y melancólico. Sus temas hablan del desamor, del pecado y la culpa ─supongo que como irlandés la cultura católica le pesa mucho─. 
     Sus canciones son complicadas, duras, con aristas, cortantes, que cuestan, de larga duración, requieren de una audición reiterada y atenta.  No entran a la primera. En general, interpretadas de una forma que emocionan, parece que no son fingidas y  que el sentimiento es real.
     Tan solo tiene dos discos de estudio: O y 9 ─no se mata mucho en los títulos─. Varias canciones del primero han sido utilizadas en bandas sonoras de películas y series que no he visto, ni pienso ver  (Closer, Perdidos, etc.).Esta comercialidad hace chirriar un poco su pretendida actitud desentendida de la industria discográfica.
        Pero a lo que vamos, la cuestión es que me gusta. Incluso he aprendido cosas de sus temas. Las obras de arte no tan solo deben ser estéticamente buenas deben ser interpretables; es decir, su contemplación, audición, lectura nos deben aportar alguna explicación a nuestra vida, a nuestra realidad, alguna experiencia, sino se convierten en meros ejercicios de virtuosismo. Y, seguramente, para cada uno la sugerencia que le trasmita, la respuesta que encuentre será diferente: esa es la grandeza del arte. 
     Por ejemplo, «Elephant» me ha ayudado a entender algunos aspectos de mi vida personal. Seguro que Rice no pensaba en mí cuando compuso la canción. Y, posiblemente, la respuesta la hubiese obtenido por otro intrincado camino. Pero ha sido él, o más bien su canción, la que ha hecho detonar en mi interior la solución que buscaba hasta entonces infructuosamente. 

     Rice es un buen interprete ─y creo que no es impostado, de todas formas eso carece de importancia─, capaz de trasmitir emociones, es creíble. 
     Otra canción de mis favoritas es «I remember», un poco larga. El contrapunto que consigue entre la distorsión de la guitarra y su voz, la contundencia de la batería y la voz melodiosa de Lisa Hannigan del final del tema consigue desgarrar algo dentro de mí.





     Rice va de perdedor, de estar apartado del mundo, de no importarle los aspectos materiales de la vida, de ser espiritual. No sé si creérmelo del todo. De todas formas, hace tiempo que aprendí a distinguir autor, de obra y de interprete.

sábado, 25 de enero de 2014

El retorno



Después de un tiempo apartado, improductivo; regreso con nuevos intereses y preocupaciones sin haber superado las anteriores.
     Ahora también me empieza a preocupar el tiempo: su naturaleza y su paso. Y la cotidianeidad. Creo que Heidegger ─según algunos, el filósofo más importante del siglo XX─ ha pensado mucho sobre estos temas, lo tendré que leer.
     Y, qué es lo que mueve a la humanidad, porqué se hacen las cosas, para qué. La mayoría se hacen por convención, por inercia, por aburrimiento...
     ¿Hay algo más que nacer, estudiar, trabajar y morir? como dicen los Godfathers.



     Creo que poco más. Y, sin embargo, hay gente contenta, que se divierte, que se rie: inconscientes.
     En estos días he leído dos libros interesantes: existencialismo es humanismo y el hombre que miraba pasar los trenes.
     En esta época del año puedo hacer una de las cosas que más me gusta: pasear por las tardes cuando oscurece. Y en esta época del año se puede hacer a las 7 de la tarde.